Rutenberg, central eléctrica de carbón, al sur de Ashkelon, Israel
Si un país tiene la suerte de tener litoral, no hay nada más económico y práctico para su independencia eléctrica que varias centrales térmicas de carbón instaladas en la costa. El carbón es barato, seguro y se puede traer en barco de muchas partes : Rusia, Indonesia, Colombia, Venezuela, Sudáfrica, Australia y hasta de Estados Unidos. Imposible bloquearlo.
Sin embargo, en Euskadi son los nacionalistas, con las alcadesas de los pueblos afectados al frente, los que más se han congratulado con el cierre de la central térmica de Pasajes, la cual además reportaba a la hacienda pública guipuzcoana nada menos que 40 millones de euros al año. Ya saben, el CO2 es sucio y queremos una Euskadi limpia, sobre todo.
En Israel no piensan así sus gobernantes. El carbón aporta el 60 % de la electricidad, incluída la de las baterías de sus incipientes coches eléctricos.
La foto de arriba es de una moderna central de carbón, de 2.250 MW de potencia, que aporta el 20 % de la electricidad del país. Lo particular del caso es que la central se encuentra situada a escasos 4 kilómetros de la frontera con Gaza y no cayó en ella ninguno de los 1.400 misiles que Hamas disparó durante la reciente pequeña guerra.
La explicación es simple. Gaza tan solo tiene una vieja y renqueante central eléctrica de fuel, con lo que más del 70 % de su electricidad proviene de Israel. Paradójicamente, durante la reciente semana de intercambio de misiles, Israel no cesó de suministrarla.
Con tanto sol y tanto apoyo de la progresía ecologista internacional es raro que Abengoa no les esté construyendo una termosolar o algo...