02 julio 2007
El CO2 no mata
Tengo un amigo que suda desaforadamente cuando el piloto anuncia que vamos a entrar en una zona de turbulencias. A mí en cambio, por afición meteorológica o por lo que sea, las turbulencias me entretienen. Como la montaña rusa de Igueldo.
Lo que me tortura de los viajes en avión es que el pasajero de delante recline el asiento dejándome enjaulado. Encima suelo ir en ventanilla mirando y me quedo aún más encerrado. Pero lo que ya me mata del todo son los malos olores que provocan muchas veces los VOCs (volatile organic compounds,, componentes volátiles orgánicos) de algún pasajero cercano. Sólo me alivio momentáneamente con el perfume limpio de alguna azafata samaritana que pasa por el pasillo de vez en cuando.
Pero hoy no ha pasado (la azafata). Así que al llegar a casa, enfadado, me he metido en Google y he buscado información sobre la calidad del aire en los aviones. Leo para empezar que en un vuelo que permaneció tres horas en pista sin despegar y sin toma de aire externo salieron contagiados de gripe 75 pasajeros y el estudio médico detallado indica que enfermo de gripe sólo había entrado 1.
Yendo al asunto del CO2, me entero que la concentración media de CO2 en la cabina de pasajeros de los aviones suele estar entre 600 y 1.500 ppm (partes por millón, o millónesimas del volumen del aire). Es decir mucho mayor que la concentración de CO2 en el aire atmosférico, que es actualmente de unas 380 partes por millón (un 0,038%). Se considera que este nivel de entre 600 y 1.500 ppm no representa ningún riesgo y que incluso un estudio de exposición humana durante varias semanas consecutivas a concentraciones de 5.000 ppm (que se suelen dar muchas veces en cuevas) no detecta ningún efecto bioquímico ni de otro tipo en la salud.
El aliento que exhalamos trece veces por minuto suele contener 50.000 partes por millón de CO2 y ni nos mata ni matamos.