18 enero 2009

Arrhenius en domingo


Hace un siglo, Svante Arrhenius, científico nórdico al que se le ocurrió lo del efecto invernadero del CO2 y el clima, preveía que la quema de combustibles fósiles podía ayudar a prevenir una vuelta rápida a una nueva era glacial e inaugurar una nueva era geológica más caliente, acompañada de un gran auge en el crecimiento de la vegetación.

“A menudo oímos lamentaciones de que el carbón almacenado en el subsuelo está siendo gastado por esta generación sin pensar en el futuro (...) gracias a la influencia del incremento del CO2 en la atmósfera, podemos esperar gozar de climas más equitables y mejores, especialmente en lo que concierne a las regiones más frías de la Tierra, en una era en la que la tierra traerá mucho más abundantes cosechas que en el presente, para el beneficio de una humanidad que se propaga rápidamente”

No se publica en los largos informes del IPCC la estimación de la temperatura de la superficie de la Tierra, no sólo porque es una estimación y los datos no son exactos, sino sobre todo porque las cifras que salen son tan bajas que desdicen la teoría timorata de que un par de grados de calentamiento pondrían en peligro no sólo a la Humanidad sino al Planeta entero.

En el mes de Enero, a pesar de que el hemisferio sur esté en pleno verano, la temperatura global media estimada para todo el siglo XX en la superficie de los continentes fue de tan solo 2,8ºC.

Vivimos en el Cuaternario, una era geológica fría que comenzó hace unos dos millones de años. Podíamos estar peor y estar metidos en una glaciación, con mantos de hielo no sólo sobre Groenlandia y la Antártida sino también sobre Canadá, norte de Estados Unidos y Finoescandinavia.

En estos dos últimos millones de años las glaciaciones han sido la norma, pero no ha habido una glaciación continuada sino muchas, intercaladas por períodos interglaciales, en los cuales el hielo perenne sólo sigue cubriendo Groenlandia y la Antártida. Estos interglaciales, en el último del cual vivimos desde hace unos 11.500 años, el Holoceno, son, dentro del Cuaternario, períodos menos fríos, pero fríos al fin y al cabo. Y más cortos que las glaciaciones.

Preocupadilllos estaríamos, aunque emocionados, si fuese inminente la caída en la próxima glaciación. Pero nada, seguimos igual, sin mucho frío ni mucho calor, apenas 0,6ºC de subida en 90 años y ahora diez estancados, ni para arriba ni para abajo, aburriéndonos cuando no hay fútbol y teniendo que aguantar persistentemente los sermones ecologistas de la gente de bien, sus principios de precaución y sus leches.



We often hear lamentations that the coal stored up in the earth is wasted by the present generation without any thought of the future, and we are terrified by the awful destruction of life and property which has followed the volcanic eruptions of our days. We may find a kind of consolation in the consideration that here, as in every other case, there is good mixed with the evil. By the influence of the increasing percentage of carbonic acid in the atmosphere, we may hope to enjoy ages with more equable and better climates, especially as regards the colder regions of the Earth, ages when the Earth will bring forth much more abundant crops than at present, for the benefit of rapidly propagating mankind.
Svante Arrhenius, Worlds in the Making: The evolution of the universe, transl. H.
Borns (New York: Harper and brothers, 1908), 63.


ref.:
Josep Enric Llebot, "Svante Arrhenius, L'albor del canvi climàtic"
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