03 febrero 2011

Lavoisier


El 19 de Floreal del Año II (8 de Mayo de 1794) el científico francés Antoine Lavoisier colocó la cabeza donde le indicó el verdugo. Sucedió durante el "Reinado del Terror" de Robespierre. Entre las múltiples actividades de Lavoisier se encontraba la de haber sido "fermier general", recaudador de impuestos para Luis XVI. Le valió la guillotina.

Dicen que el juez, un señorito parisino de apellido Coffinhac, no atendió la petición de gracia que le hicieron y dijo algo así como "La Revolución no necesita sabios, que la justicia siga su curso". Lavoisier tenía 50 años y, aparte de los impuestos, había dedicado su vida a la investigación en diversos campos, pero sobre todo en química. En 1789, año de la toma de la Bastilla y comienzo de la Revolución —que Lavoisier, con sus más y sus menos, apoyó—, publicó un Tratado de química elemental que sentó las bases de la química moderna.

En el grabado de arriba se le ve acompañado de varios asistentes y de su amada esposa Marie Anne, también científica, determinando y midiendo la composición química de la respiración de un becario. Lavoisier descubrió que en las reacciones químicas la materia conserva su masa, esto es, que el peso de los productos a un lado y otro de la ecuación es el mismo. Al aplicar el principio a la alimentación humana, comprobó que el peso de los alimentos que tragamos es superior al de las heces, la orina y el sudor. Así que empezó a experimentar con un becario al que le daban de comer y del que pesaban lo que expulsaba. De esta manera Lavoisier acabó descubriendo que la respiración humana era una combustión y que gran parte del carbono de los alimentos ingeridos se oxidaba y se convertía en un gas, en CO2.