Yo, por mi parte, a mi modo de ver, en lo que a mí respecta, personalmente y sin ánimo de ofensa, creo que ...
Así, irónico, disculpándose ante la Inquisición Ecologista, comienza el último párrafo del libro del periodista argentino Martín Caparrós titulado "Contra el cambio", que recomiendo a todos ustedes. Leí el otro día una reseña del libro en El País, periódico ecolelo por antonomasia, que se coló entre las páginas de cultura, y no, por supuesto, entre las de medio ambiente.
Fui algo intrigado a comprarme el libro en la FNAC, y allí estaba. En la larga cola del cajero, lo empecé a leer por el medio y leí este párrafo:
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De pronto, el cambio climático sirve para explicar tantas cosas. En estos días El País publica una serie llamada precisamente: Víctimas del Cambio Climático. Donde hay testimonios como éste, de una mujer de Bangladesh: "Hace siete días, un tigre mató a mi marido, cuando fue al parque de Sunderbans a coger miel. Estoy desesperada. El cultivo de arroz ha bajado. Casi no hay peces en el río. La vida es muy dura. Aunque ir a Sunderbans es muy peligroso, porque hay cientos de tigres, la gente seguirá yendo. Si no hay que comer, no tenemos más opción que arriesgarnos". Donde la culpa del hambre de los que llevan siglos pasando hambre la tienen las inclemencias del meteoro. Aunque se podría pensar que el problema no es que el cultivo de arroz haya bajado; es que, ante esa baja, la única opción de ese señor fuera ir a arriesgarse frente a un posible tigre.
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El libro es la narración de un largo viaje por alejadas regiones del mundo buscando la geografía física del cambio climático. Pero en realidad el periodista lo que encuentra es la geografía humana de la pobreza y el no-cambio. La tesis y el título del libro, con párrafos feroces, es la de que la lucha contra el cambio climático es el intento carca de que no cambie nada.
Acabo ahora su último párrafo:
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... creo que la enorme atención que gobernantes y empresarios de los países más ricos le están dando al cambio climático se relaciona, sobre todo, con tres ventajas políticas y económicas que pueden obtener de esos temores:
- retrasar la industrialización de las nuevas potencias emergentes y, así, mantener su hegemonía unas décadas más:
-cambiar el modelo energético global para modificar ciertas relaciones geopolíticas, y para conseguir que nuevos actores se hagan fuertes en uno de los mayores mercados mundiales;
-ganar fortunas con el mercado de bonos de carbón
Y creo, por fin, que su mayor ganancia es ideológica: convencernos de que lo mejor es lo que ya tenemos, lo que estamos a punto de perder si no lo conservamos: que no hay nada tan peligroso como el cambio
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