Leo en El País otro largo artículo laudatorio de la energía renovable en California, que comienza con la sorpresa de que el ayuntamiento de San Francisco subvenciona parte del alquiler de Toyotas Prius japoneses a los turistas conductores que escojan esos vehículos ecológicos al llegar al aeropuerto.
El periodista, de escala hacia Cancún supongo (ahorrativo recorrido de CO2), se congratula de que Hollywood y la gente cool de Silicon Valley lograra hace unas semanas que el gasto de la campaña ecologista contra la proposición 23 triplicara el dinero gastado por los malvados petroleros tejanos, que quisieron inmiscuirse en los asuntos internos californianos.
No menciona el admirativo reportero, algo panoli, que el número de empleos en California, tras el estallido de sus burbujas en 2008 y 2009, ha bajado al nivel del que había hace más de 10 años y que el número de miles de mendigos que malviven de la caridad pública se ha disparado en ese estado tan verde y soleado en donde ha gobernado Schwarzenegger, que ahora conduce una especie de topolino atómico en vez de un tanque.
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