Hace un siglo la concentración de CO2 en la atmósfera era de unas 300 partes por millón (ppm), o lo que es lo mismo, un 0,030% del volumen total del aire, y ahora supera las 390 ppm, un 0,039% (de oxígeno hay unas 210.000 ppm, un 21%, unas quinientas veces más).
¿Pero cuál ha sido la concentración de CO2 en el pasado de la Tierra? Excepto en los tristes tiempos de las glaciaciones ha sido casi siempre muy superior a la actual.
Gracias a la abundancia de fósiles conocemos más o menos bien los últimos 540 millones de años de la historia geológica y biológica de la Tierra, desde el inicio del Cámbrico. Según el estudio GEOCARB, dirigido por el profesor Berner, de la Universidad de Yale, podía haber entonces en el aire unas 8.000 ppm de CO2, una concentración veinte veces superior a la actual.
Luego, el despliegue de la vegetación en los continentes y el consiguiente enterramiento de materia orgánica muerta provocó una progresiva disminución del CO2 del aire, que duró hasta el Carbonífero, cuando en su final, hace 300 millones de años, agotado casi todo el carbono del aire, se alcanzaron valores de CO2 tan bajos como los del presente.
La concentración de CO2 de nuevo aumentó al comienzo del Mesozoico, hace unos 250 millones de años. La partición del continente único de Pangea en diferentes islas y continentes originó una gran actividad volcánica y por los conos y las grietas tectónicas salieron al aire grandes cantidades de CO2. Se intensificó la fotosíntesis. Aprovechando una vegetación lujuriante, proliferaron de polo a polo los dinosaurios. Un clima más uniforme, más húmedo y más cálido, les facilitó la vida durante decenas de millones de años a aquellos grandes comilones. Con una concentración probable de CO2 de 2.000 ppm, cinco veces superior a la actual, fue el Jurásico su mejor época.