A pesar de lo que se cree, la estratosfera no queda muy lejos. A unas dos horas andando (andando en vertical, hacia arriba, se entiende). A unos 12 kilómetros de altura (unos más en los trópicos y unos menos en los polos) ya estamos en ella. Mientras trepamos desde el suelo hasta allí lo normal es que la temperatura del aire descienda con la altura, pero cuando llegamos a unos 12 kilómetros de altitud se produce una "inversión térmica" y la temperatura del aire comienza a elevarse. Es allí donde empieza la estratosfera. Al principio, en la parte baja, la temperatura es de unos -50ºC y luego, a medida que se sube, la temperatura va también en aumento. Como el aire cálido está encima del frío, no hay turbulencias y las capas están estratificadas (de ahí el nombre: estratosfera).
La estratosfera está casi completamente seca, sin vapor de agua. Las nubes se han quedado abajo, en la troposfera, y son incapaces de traspasar la inversión térmica de la frontera. Antes de llegar allá, por lo general, las gotitas de agua de las nubes ya se han helado y precipitado y, además, las burbujas de aire ascendente se frenan cuando, de repente, encuentran capas de aire ambiente más cálidas y menos densas que ellas mismas.
Pero en los trópicos la fuerza de subida de algunos enormes cúmulos de tormenta pasan la frontera e inyectan aire húmedo a la estratosfera. Son los grumos ascendentes que se ven en esta imagen de satélite de la NASA.
El poco vapor de agua que hay en la baja estratosfera ejerce un efecto invernadero en la troposfera, la calienta. Se supone que con el "calentamiento global" aumentaría el vapor de agua estratosférico y los modelos cuentan con ello, añadiendo calentamiento al ya producido por los gases invernadero.
Así parece que ocurrió en el período 1980-1996, provocando, según Susan Solomon y sus colegas, un efecto invernadero (forzamiento radiativo) casi igual al producido por el incremento del CO2 (0,29 W/metro cuadrado, contra 0,36 W/metro cuadrado). Pero, no se sabe por qué (quizás, menos inyecciones tropicales), la humedad ha disminuído un 10 % desde el año 2.000 y contrarrestado, en una parte mal comprendida y peor modelizada, el efecto de calentamiento. Lo escribe Susan Solomon, ilustre estratosférica.
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ref. : Susan Solomon et al., Contributions of stratospheric water vapor to decadal changes in the rate of global warming, Science Express, 28 January 2010.