En el opaco negocio de las ventas internacionales de cuotas de emisión de CO2 parece que los japoneses han sido los más perjudicados por el sistema de Límite y Comercio
(Cap and Trade) establecido en el Protocolo de Kioto, a pesar de haber sido ellos los anfitriones. Suele pasar en muchas fiestas.
Hoy la agencia Reuters informa que el gobierno de Japón ha rechazado una compra importante de cuotas de emisión ofrecida por Francia. Los galos, espabilados, lograron una asignación de cuotas utilizables en el período 2008-2012 superior a la que han necesitado o necesitarán utilizar. Y ahora intentan vender las que les sobran.
Uno de los grandes beneficiados del Protocolo de Kioto ha sido paradójicamente Polonia. A pesar de obtener el 90 % de su electricidad de la quema de carbón, sus asignaciones eran tales que han podido vender muchas no sólo al gobierno de Japón sino también al de España.
En Japón, por el contrario, según Reuters, entre lo que han comprado sus compañías privadas, unos 340 millones de toneladas de CO2 (de no-CO2 estaría mejor dicho), y lo que ha comprado su gobierno, han tenido que desembolsar el coste de unas 400 millones de toneladas de emisiones. Que a 20 dólares la tonelada andaría por los 8.000 millones (el 20 es aproximativo, no dicen cuánto se han gastado; habrá que preguntar a Assange, por si lo sabe).
Escaldados, escalfados, los japoneses han dicho no a la prolongación del Protocolo de Kioto cuando termine en el 2012.