Hace unos meses el ministro rumano de medio ambiente anunciaba feliz que su país iba a vender cuotas de CO2 sobrantes por valor de 1.500 millones de euros. Rumanía estaba ya en conversaciones con dos compañías japonesas para venderles parte de los 300 millones de cuotas de emisión que el comité dirigente de Kyoto les había otorgado (cada cuota vale por 1 tonelada de emisión de CO2).
Pero ayer los inspectores de la ONU, que dicen vigilar ese comercio, decidieron expulsar a los rumanos del Protocolo por trampas en los datos que han suministrado sobre sus emisiones de CO2 durante el 2010.
Así que Rumanía queda por ahora fuera de un mercado que se basa todo él en una vergonzosa trampa, en un equívoco tratado internacional aplaudido por los imbéciles y favorecido por los poderosos.