16 febrero 2007

Corderos


Hace ya muchos años que se sabe que en Nueva Zelanda el metano producido por la ganadería provoca en teoría un efecto invernadero global mayor que el de su emisión nacional de CO2. Su Ministro del Cambio Climático (este puesto kafkiano también allí existe) propuso hace tiempo sin mucho éxito establecer una tasa de flatulencia por cordero o vaca.

Ya he hablado del metano otras veces. No es muy corriente mencionarlo mucho, pues por razones económicas (apoyo al gas natural) y demagógicas (no meterse con las cosas del campo) se prefiere centrar "la culpa" en el CO2. Pero hoy "El País" en su contraportada (que suele ser la página más atrevida) por fin lo hace.

Si a la paranoia oficialista por buscar un culpable le hubiese dado porque el chivo expiatorio fuese el metano, y no el CO2, hubiese mostrado como prueba el mapa de su reparto global, que, vaya usted a saber por qué, coincide con el hecho de que en los últimas décadas el hemisferio norte se haya calentado un poco y el hemisferio sur prácticamente nada.

El CO2 antrópico, debido a su larga duración en la atmósfera, tiene tiempo de viajar desde sus fuentes norteñas hasta los confines del sur y por eso se reparte más o menos homogéneamente por todas las latitudes, de polo a polo. El CH4 (metano), en cambio, se oxida y se muere pronto en el aire (su vida media es de unos 12 años). No viaja tanto. En consecuencia el mapa de la concentración de metano en el aire sí muestra una diferencia latitudinal clara, siendo más abundante cerca de sus fuentes.

(En el mapa que presento arriba no parece que la emisión de metano afecte particularmente a Nueva Zelanda. Sin embargo el celo del Ministro del Clima por preservar el Cordero Místico del Protocolo de Kioto le obliga a sacrificar, beeeé, a los corderitos corrientes)

(sobre el metano tengo publicada en la web esta página

ref.: Lelieveld J, 2006, A nasty surprise in the greenhouse, Nature,443, 405-406