Una gordita foca barbuda — perteneciente a una especie que habita solamente en el Ártico— ha venido nadando al puerto de San Sebastián. Llegó, se subió a una lancha, luego a un pantalán, y se quedó allí un par de días dormitando, abriendo los ojillos de vez en cuando. Quizás venía huyendo del frío, o de los osos polares que se las comen sin pestañear. No sé...
Pongo arriba la gráfica de la evolución de la temperatura anual en Alaska, que también está en el Ártico aunque en el otro lado, en el Pacífico. Este año la temperatura media de Alaska se ha quedado en el puesto 38 de los 94 años en los que se llevan tomando medidas allí. Más o menos la temperatura media del 2011 ha sido la misma que la media del período de referencia 1971-2000.
La temperatura en Alaska subió apreciablemente en el bienio 1976-77. Al fenómeno se le relaciona con un cambio en las corrientes océanicas y atmosféricas en el Pacífico Norte. En concreto, con un incremento de la intensidad de la baja presión de las Aleutianas (semejante a la baja presión de Islandia) que aumentaría la frecuencia de vientos templados del suroeste sobre Alaska y un cambio en lo que se llama en climatología la Oscilación Pacífica (PDO) (La oscilación del Pacifico). Luego la temperatura de Alaska no subió más y es posible que en los próximos años de nuevo baje por debajo de la media 1971-2000, coincidiendo con un cambio en las corrientes marinas y atmosféricas y con una tendencia a la baja del índice PDO, que ya se está manifestando en los últimos años. Ocurra o no, no sabemos qué tiene que ver esa evolución térmica de Alaska con el incremento global de CO2.