15 octubre 2009

Polvos


En la gráfica se muestra la evolución en los últimos 400.000 años de la temperatura y del polvo en la estación científica Vostok de la Antártida. Los datos proceden del análisis de las sucesivas capas de la nieve depositada allí a lo largo de los últimos cuatro ciclos glaciales (unos 3.600 metros de sondeo).

Las épocas más frías se corresponden con épocas de más polvo. Durante el último máximo glacial, hace unos 20.000 años, se depositaban con la nieve unos 1.500 microgramos de polvo por kilogramo de hielo y en cambio ahora tan sólo se depositan unos 10 microgramos por kilogramo de hielo.

A pesar del falso tópico, tantas veces repetido y usado en imágenes impactantes de tierras secas achicharradas, es precisamente cuando la Tierra ha tenido más frío cuando más árida ha estado, más viento ha habido y más polvos se han levantado. Hay excepciones regionales, por cambios en las trayectorias de las borrascas, por ejemplo en la Gran Cuenca norteamericana, pero en términos generales así es y ha sido. El Sahara y la mayoría de los desiertos ocupaban extensiones mucho mayores durante las glaciaciones que durante los cálidos interglaciales.

El polvo levantado por la aridez que acompaña al frío, a su vez ensombrece la atmósfera y enfría aún más la superficie. El polvo agudiza así las glaciaciones y, viceversa, cuando la atmósfera está más limpia en las épocas cálidas y húmedas, la claridad del aire aumenta el calor solar recibido en la superficie. Igual que el CO2, o que el metano, o que el óxido nitroso, o que el vapor de agua, o que muchos otros elementos, el polvo de la atmósfera acompaña en sus variaciones a los ciclos glaciales, los agudiza, pero, no por eso es una causa de ellos, sino más bien una consecuencia.

ref. J. R. Petit et al., Climate and atmospheric history of the past 420,000 years from the Vostok ice core, Antarctica,Nature 399, 429-436 (3 June 1999)